En lugar de los activos tangibles, como las instalaciones y las infraestructuras, que antes se consideraban determinantes para el éxito o el fracaso de una empresa, los activos intangibles, como las capacidades, los conocimientos y la propiedad intelectual, han cobrado cada vez más importancia.

En respuesta a estos cambios, algunas organizaciones están invirtiendo grandes sumas en la reconversión y mejora de las cualificaciones de su plantilla, y algunas de las que lo han hecho han registrado un aumento de la productividad de entre el 6 y el 12%.
La tendencia a reorientar la actividad empresarial en torno a las capacidades y conocimientos de los empleados se conoce como “economía de las capacidades”.

Muchas organizaciones intentan ahora ponerlo en práctica para sobrevivir, pero el ritmo de la evolución tecnológica -la IA, la IA generativa, el aprendizaje automático y la automatización- es más rápido de lo esperado y, en algunos casos, las competencias digitales adquiridas a lo largo del tiempo se están quedando rápidamente obsoletas.
En una situación así, ¿cómo puede traducirse en resultados la práctica de las economías de competencias? Además de explicar los conceptos básicos de la economía de las competencias, el informe señala la situación actual, en la que la formación en competencias organizativas no es capaz de seguir el ritmo al que se crean una tras otra las nuevas competencias.
Para superar estos retos, es necesario construir un sistema que permita a las personas adquirir competencias que puedan responder inmediatamente a los cambios futuros, y se proponen acciones concretas para lograrlo.

Se consideran estrategias de competencias para fomentar una cultura organizativa que no solo responda a las demandas inmediatas, sino también a los cambios futuros, y cómo establecer un sistema que pueda responder inmediatamente a la velocidad de la evolución tecnológica, como la IA, el aprendizaje automático y la automatización.