En EE.UU., varias iniciativas para promover los BEV han cobrado protagonismo desde que el Gobierno de Biden, del Partido Demócrata, asumió el poder en enero de 2021.

El gobierno federal ha fijado el objetivo de que el 50% de las ventas de coches nuevos sean BEV (incluidos algunos PHEV) para 2030, y a finales de 2022 la opinión pública era cada vez más partidaria de que la sociedad pasaría a estar centrada en los BEV en el futuro, lo que nos obliga a ser conscientes de un punto de inflexión en el tiempo.

Por otro lado, a medida que aumentaba el número de compradores de BEV, algunas personas empezaron a evitar el uso de BEV debido a la falta de infraestructura de recarga de VE, el tiempo de espera para la recarga, la autonomía de crucero y otros factores que resultaban menos convenientes que los vehículos con motor de combustión interna y de los que no habían tenido que ser conscientes antes cuando viajaban. No fue hasta 2023 cuando se vendió un cierto número de BEV y empezó a salir a la luz la escasa conveniencia de los BEV, y la opinión pública ha empezado a cambiar gradualmente, sugiriendo que los BEV no deberían ser el único medio para tomar medidas medioambientales, sino que deberían considerarse compatibles con los HEV y los PHEV.

Con este telón de fondo histórico, muchos se centran ahora en la escala a la que se expandirá el mercado estadounidense de BEV de aquí a 2030. Aunque el objetivo gubernamental del 50% es difícil de alcanzar, no se espera que caiga por debajo del nivel de 2023 (BEVs: 7,2%, PHEVs: 1,9%).